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OLEO DE URBANO LUGRIS GONZALEZ,( PADRE ), EL QUIJOTE (QUIXOTE) TRISTE Y SANCHO PANZA, AÑO 1963

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La melancolía y el sueño como representación. Lugrís sitúa en un espacio onírico a un D. Quijote imaginario que a su vez sueña ser protagonista de una novela de caballerías de quien ignora el autor. Lo recrea en un espacio melancólico, abismal y también abisal y en ruinas donde, aunque prima lo taciturno y saturnal, su deseo es mostrar al personaje cervantino siempre soñando y así inscribirlo en la memoria. La imagen física del hidalgo -de nariz aguileña, barba de media luna, tez seca y amarillenta- coincide con la que Cervantes da en su obra: "Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro" (I, 1, 36); sus "piernas eran muy largas y flacas" (I, 35, 416); era un hombre "alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos -en Lugrís hacia arriba y canosos-" (II, 14, 736) que destacaba por "la flaqueza y amarillez de su rostro" (II, 16, 752) y por las quijadas "que por de dentro se besaba la una con la otra" (II, 31, 883). El Don Quijote de Lugrís no habla ni actúa, se corresponde con el estereotipo de hombre melancólico renacentista pues lo representa soñando. Con la cabeza inclinada y de perfil, la mano en el corazón y los ojos cerrados 1 6 , como asumiendo el fin premonitorio, el hidalgo melancólico se muestra curiosamente de pie, sin celada y sin adarga pero con lanza, espada, peto, espaldar y quijotes. Lugrís no parodia a la hora de representar las armas del caballero, parece querer darle otra dimensión y así enaltecer su figura unlversalizándola 1 7 . Velando don Quijote necesita que su cabeza esté libre para soñar y por eso no utiliza el yelmo como protección. La espada, en diagonal, rompe la estética proporcional del cuadro basada en la horizontalidad y en la verticalidad. El dibujo de la lanza casi perfecta, nos remite a que aunque el hidalgo no ha conseguido su verdad, sigue aferrado a ella en el momento del sueño. Sin loriga, sin espuelas, sin escudo y sin caballo, su armadura parece protegerle de todo mal y mantenerle preparado para cualquier aventura que pueda aún surgir, por eso el árbol sobre el que se apoya sigue aún con ramas aunque sin flor. Todavía le domina la fantasía. A sus espaldas y a la derecha, en un medido segundo plano, le acompaña Sancho. Sentado y con las piernas abiertas duerme plácidamente después de haberle dado unos tragos a la bota de vino que aún apoya sobre sí. El árbol cortado sobre el que reposa es un indicio del desvanecimiento de la ilusión por el gobierno de la isla prometida. La subjetividad de Lugrís le hace pintar a Don Quijote al lado de un acantilado. Totalmente aislado, el caballero sueña dentro de su propia "isla". Sancho también participa en ese abismo pero el aislamiento del héroe marca la diferencia de intereses con su escudero y también la relación amo y criado: "Es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado, de caballero a escudero" (I, 20, 221). Igual que ocurre a lo largo de la novela cervantina, en el cuadro de Lugrís los personajes parecen vivir en planos que aluden a mundos y tiempos distintos. La oposición de los dos nos remite a la tesis de Unamuno referente a la quijotización de Sancho. Lugrís la rebate y desbarata pues la individualidad de cada personaje es manifiesta en el cuadro. El "retiro" de Don Quijote remite también a la soledad del personaje, al vacío existencial. El "alma herida" representada en la grieta del árbol central es muy significativa pues parece aludir, como dice A. Patino Pérez, a "la tumba del caballero que puede lanzarse al abismo inmediato que tiene delante" 1 8 . La soledad existencial, que aparece también en muchas otras obras de Lugrís, es la repre sentación de la saudade en un espacio deshabitado que remite a un vacío existencial del héroe cervantino. Carlos Gurméndez, amigo de Lugrís, define la saudade como "una tristeza invencible, enseñoreada del alma por el bien que se sueña o criatura que pretende. Es la ausencia como presente que duele, hiere y, a la vez, se goza de un bienestar quejumbroso" 1 9 . Para el filósofo santiagués Ramón Piñeiro la saudade es "a realidade orixinal do ser do home é a súa singularidade ontolóxica. [...] A única forma de a percibir é sentíndoa. Esta singularidade é soidade do Ser, e o sentimento desa soidade ontolóxica chámase saudade" 2 0 . La melancolía de Lugrís se manifiesta en esta imagen con la existencia, la soledad y el silencio de Don Quijote. Ante un escenario silente y pétreo donde llaman la atención las mudas ruinas del fondo y las nubes amenazantes frente a un resplandor de atardecer, Lugrís nos remite al concepto de "estatismo y quietud del tiempo detenido", a la fusión de un tiempo silencioso y de un espacio onírico en "un mundo que creíamos perdido" o incluso sumergido2 1 . Todo el lienzo parece como filtrado de calma, de sosiego intemporal que indudablemente consigue por una especie de supuesta lentitud en la propia realización de la obra, ensimismamiento lineal y cromático que va apareciendo desde el cielo. Este cuadro alude también al ansia y anhelo que Azorín identificaba con el "silencio profundo, solemne, del campo desierto, solitario" de la Mancha, lugar de "regiones del ensueño y de la quimera""". El pintor pretende que veamos a dos personajes soñando, uno dormido y otro en vigilia "el uno durmiendo a sueño suelto y el otro velando a pensamientos desatados" (II, 70, 1193). Todo sueño es un viaje, una secuencia, una estructura narrativa de signos que se amontonan y se desplazan para luego metamorfosearse. El hidalgo literario justifica su vida con la alusión continua al sueño: "Duerme tú, Sancho -respondió don Quijote- que naciste para dormir; que yo, que nací para velar, en el tiempo que falta de aquí al día daré rienda a mis pensamientos" (II, 68, 1181). La actividad del cuadro es también la actividad del sueño, y a una actividad onírica le corresponde un paisaje onírico. La polisemia del sueño de Don Qujote remite por otra parte a la incapacidad angustiosa de modificar el pasado; el sueño rellena el vacío del pasado que se proyecta sobre un futuro. Así como el hidalgo cervantino crea su propia vida, -la de caballero andanteque da cimiento al sueño literario y toma la identidad del personaje por la palabra de los libros de caballerías, Lugrís sueña a un D. Quijote onírico -de colores nítidos y planos verticales y horizontales- al que da vida artística al plasmarlo en un momento de incertidumbre y de cansancio. Por ese mecanismo asociativo de imágenes podemos entender que el pintor se sueña a sí mismo. Del mismo modo que Don Quijote podría estar soñando que hay un pintor que le plasmará algún día (tres siglos y medio después) en un cuadro, en la misma medida que sus hazañas serían puestas por escrito por un sabio encantador del que ignora su nombre 2 3 , Lugrís también puede sentirse soñado en su propio viaje. El cuadro es pues un continuo viaje onírico pero sin descensus ad inferos, es una original recreación de la melancolía. 

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