DOS CAJAS DE CERILLAS CON FÓSFORO BLANCO DEL LABORATORIO ESTEDI, MADRID – 20 … CONTENIDO COMPLETO



Estado do lote: Muito Bom (novo ou como novo, sem sinais de uso)
Perfecto estado de conservación.

Dos cajas de cerillas del Laboratorio Estedi, Madrid – 20. Al verso : Delegación Centro, Petición de muestras al servicio del médico, Tel. 2334543. Una de color azul y otra de color rojo. Con el contenido completo.

El fósforo blanco (forma del fósforo descubierta por Brand) es una sustancia sólida, traslúcida, parecida a la cera que funde a 44ºC y que es fosforescente en la oscuridad. En el aire húmedo puede inflamarse a 30ºC, mientras que en el aire seco se requiere una temperatura mayor. Por ser tan inflamable, debe guardarse bajo agua a fin de evitar su combustión espontánea.

El fósforo, en su variedad blanca, es un veneno muy violento; algunos centigramos bastan para causar la muerte. Este es el motivo de que se utilizara antiguamente en ciertas pastas para matar ratones. La facilidad de procurarse estos preparados fosforados, ya sean las citadas pastas o las primeras cerillas de fósforo que contenían la variedad blanca, hacían que este cuerpo fuera con frecuencia el instrumento de envenenamientos criminales en el siglo XIX. Así lo atestiguan los manuales de análisis toxicológico de venenos y algunos libros de química de la época que colocan el fósforo en los primeros lugares.

En 1833, con el reemplazo del sulfuro de antimonio por fósforo blanco, se fabricaron las verdaderas pajuelas fosfóricas de fricción que derivaron en lo que hoy llamamos cerillas. Estas primeras cerillas tenían el inconveniente de que se inflamaban con mucha facilidad, a veces casi espontáneamente y con explosión y proyecciones peligrosas. Entre el palito de madera y la pasta inflamable se ponía una capa de azufre que se encendía y comunicaba el fuego a la madera. Sin embargo, la combustión del azufre producía dióxido de azufre, un gas que huele muy mal (existían unas cerillas “de lujo” que reemplazaban el azufre por cera, parafina o ácido esteárico que, aplicados en caliente, impregnaban la madera). En cuanto a la pasta inflamable que formaba la cabeza de la cerilla, su composición, además del fósforo blanco, era un cuerpo comburente, materia aglutinante, materia colorante y, algunas veces, un cuerpo duro para aumentar el frotamiento. Existía una gran variedad de cerillas ya que cada fabricante tenía su receta; un ejemplo: fósforo, gelatina, peróxido de plomo y nitrato de potasio. El fósforo blanco se colocaba sólo en la punta de la cabeza, ésta era la parte que se frotaba. Toda la cerilla se cubría con un barniz de copal o sandaraca (resinas) para evitar la humedad.

El fósforo blanco, aun sin mezclarlo con clorato como es el caso del ejemplo anterior, es peligroso. Se inflama con demasiada facilidad pues la temperatura de inflamación es tan baja que calor del cuerpo es suficiente para iniciar la reacción, con el consiguiente peligro de incendio. Además, como se ha dicho, el fósforo blanco es muy venenoso con el derivado peligro de envenenamiento accidental o criminal (bastaba una caja de cerillas de la época para conseguir el fósforo blanco necesario para envenenar a una persona). Por último, a causa de la necrosis endémica existente entre los obreros de las fábricas de cerillas, que expuestos a la acción persistente de los vapores de fósforo blanco sufrían la destrucción de los huesos de la mandíbula y la nariz, el uso de las cerillas de fósforo blanco fue prohibida.

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