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POSTAL SIN PARTIR. FECHADA EN MEDINA SIDONIA EL 20 DE FEBRERO DE 1901.
FIRMADA POR THEBUSSEM
DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA:
Pardo de Figueroa y de la Serna, Mariano. Doctor Thebussem. Medina Sidonia (Cádiz), 18.XI.1828 – 11.II.1918. Erudito, escritor.
Mariano Pardo de Figueroa, ingenioso hidalgo gaditano, hijo de José María Pardo de Figueroa y Manso de Andrade, regidor perpetuo de Cádiz, y de María Luisa de la Serna y Pareja, nació en Medina Sidonia a la una de la madrugada del 18 de noviembre de 1828.
El festivo seudónimo de Doctor Thebussem, anagrama de embustes, invirtiendo en él las sílabas y colocando una h tras la inicial, que utilizaba en sus escritos, fomentó el enigma sobre su personalidad y le permitió ciertas extravagancias literarias.
Estudió Latín y Filosofía con un fraile exclaustrado, que despertó en él sus aficiones literarias, y más tarde cursó Derecho en Sevilla, Granada y Madrid, donde obtuvo el grado de doctor en Jurisprudencia. En 1854, con ocasión de su investidura, leyó un discurso sobre la Influencia del Renacimiento del Derecho en los pueblos de Europa y su exposición impresionó tan gratamente al marqués de Morante, rector de la Universidad, que desde esa fecha mantuvieron una prolongada relación literaria y una cordial amistad.
El Doctor Thebussem regresó a Medina Sidonia para ejercer la abogacía en los años siguientes y para cuidar la herencia familiar, aunque al poco tiempo sus aficiones literarias, que en buena medida tomó como divertimento, le apartaron del camino del Derecho y la política.
Se ha dicho que vivió casi permanentemente en Medina Sidonia, que viajó solamente a Madrid, Sevilla, Cádiz, Marmolejo y una vez a París, con ocasión de la Exposición Universal, y que asistió a cacerías esporádicas en Sierra Morena; pero, al parecer, en su juventud, su vida no fue tan sedentaria, morigerada y reglamentada. Las citas de ciudades extranjeras que aparecen al final de muchas cartas son, en algún caso, una broma del Doctor, pero las referencias que se encuentran en sus obras no siempre son librescas, sino fruto del conocimiento directo de lugares y de experiencias vividas. Con el paso del tiempo sí que pudo optar por la vida retirada y sencilla en Medina Sidonia, alejado de todo ruido. Permaneció soltero hasta el final de sus días y quiso que no quedara en su epistolario rastro del nombre de las mujeres con las que tuvo algún trato más íntimo, por eso todos sus biógrafos hablan de una vida monótona y reglamentada, casi de anacoreta. Leer, escribir y cartearse con personajes de medio mundo fueron sus ocupaciones predilectas en su ciudad natal —al parecer su constante vecindad desde 1863— y los contactos con sus amigos tenían lugar cuando viajaba a la Corte, a Sevilla o a los baños de Marmolejo, donde acudía para reponerse de sus dolencias estomacales. En el balneario se encontraba con Gaspar Núñez de Arce, Francisco Silvela o Francisco Romero Robledo; este último le nombró Cartero Honorario de España.
El paso decisivo hacia la popularidad entre los estudiosos de los temas cervantinos y hacia la fama entre eruditos, literatos e historiadores, lo dio con la publicación de sus Epístolas Droapianas o Cartas sobre Cervantes y el Quijote dirigidas al Dr. E. W. Thebussem, Barón de Thirmenth. Aparecieron firmadas por M. Droap, seudónimo de Mariano Pardo, en el que únicamente se ha alterado el orden de las letras del apellido. Después escribió sobre correos y filatelia, ocupándose de la historia del correo, de los sobres cacográficos o sobrescritos disparatados, o del matasellos; sobre gastronomía —su afición a la comida fue más teórica que práctica—, con atinadas observaciones y comparaciones entre los menús que coleccionaba y los libros clásicos de cocina; sobre temas de erudición local, con varios estudios sobre la historia de Medina Sidonia o de ciertos personajes, en los que revela su rigor de cronista que apura la investigación y fundamenta sus afirmaciones en documentos históricos, quizá no siempre contrastables; sobre tauromaquia, aunque en varias ocasiones dijo que no entendía de toros y que no era aficionado a la fiesta; y sobre filología y gramática. Sus ediciones, no venales y hoy rarísimas, estaban destinadas a sus amigos y generalmente fueron costeadas por él. Los temas que le ocuparon y que le entretenían eran minoritarios y sus escritos iban sólo encaminados a un público escaso, curioso y deseoso de erudición, donaire o ingenio y que disfrutaba con un lenguaje castizo. Con humor y preciosismo en el estilo, dejó textos amenos, entretenidos, llenos de curiosidad y simpatía sobre asuntos baladíes, a veces, pero que con su gran habilidad cobraban interés y resultaban deleitosos y recreativos, sin caer en la cursilería.
Sus biógrafos han mencionado con frecuencia su afición al coleccionismo y existen testimonios seguros referentes a algunas colecciones que reunió; sin embargo, se sospecha que otras son consecuencia de su fama de personaje extravagante y enigmático. Poseía una magnífica biblioteca —especialmente notable en temas cervantinos y gastronómicos— que utilizaba con frecuencia para atender consultas de la más variada procedencia; guardaba una extraordinaria colección de autógrafos, en su mayor parte las cartas que recibía y que encuadernó y conservó con exquisito cuidado; reunió menús que le remitían sus amigos y que se sumaban a los que él conservaba de los restaurantes que frecuentaba o que visitaba puntualmente.
En esta breve semblanza ya se ha mencionado su titulación académica y cabe recordar sus nombramientos de correspondiente de la Real Academia de la Historia en 1861 —a propuesta de Pedro Sabau, Pascual de Gayangos y Antonio Delgado—, de la Real Academia Española y del Instituto Arqueológico de Roma, de académico de la Sociedad Histórica de Utrecht y de la Academia de Buenas Letras de Sevilla, o distinciones como las de Cartero Honorario de España —empleo creado para premiar sus méritos porque fue el primer historiador moderno del correo en España—, caballero del hábito de Santiago y Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso XII.
El Doctor Thebussem falleció en Medina Sidonia —de debilidad senil— el 11 de febrero de 1918, cuando contaba ochenta y nueve años de edad, y al día siguiente se celebró el sepelio con “inmenso acompañamiento” e “imponente manifestación de duelo”.
Buena parte de los escritos del Doctor Thebussem fue publicada en las Raciones de artículos, donde reunió la obra dispersa en monografías editadas en tiradas muy cortas o en publicaciones periódicas españolas y extranjeras.