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Insignia de metal y esmalte con enganche de mariposa de la Hermandad Cultural Azapiedra, muy difícil de conseguir.
La Hermandad Cultural Azapiedra es una especie de club de servicio, aunque no está registrado como entidad de ninguna clase.
Forman parte de este exclusivo club altas autoridades políticas y funcionariales así como destacados empresarios y profesionales de la provincia castellana de Soria, España.
En principio, el objeto es promover las relaciones de amistad y confraternización entre personalidades provinciales importantes en torno a asuntos de interés cultural y gastronómico, aunque parece evidente que sus propósitos van más allá de ese ámbito.
Una noticia del diario El Norte de Castilla fechada el 14 de diciembre de 2011 y firmada por Isabel G. Villarroel, se hacía eco de una denuncia de la asociación profesional Unión de Guardias Civiles (UGC) que hablaba de la conexión «preocupante y poco ética» del capitán de la Guardia Civil Claudio Argüello, jefe del Destacamento de Tráfico de Soria, y el poder judicial de la provincia, así como con el sector empresarial, policial y de las diferentes administraciones públicas sorianas.
Concretamente, en el marco del «caso Argüello» que se seguía en los juzgados de instrucción de Soria, la UGC creía que «la hermandad cultural "Azapiedra" podría estar interfiriendo en los procedimientos judiciales que se mantienen abiertos contra Claudio Argüello».
Manuel Mato, secretario general nacional de la UGC, aseguró tener pruebas de que el capitán Argüello y los jueces instructores de su procesamiento por exceso de velocidad y falsedad documental se han reunido en varias ocasiones en «las comidas periódicas de la hermandad cultural Azapiedra». Mato calificó a esta hermandad de «asociación fantasma en la que se reúne el poder caciquil de Soria que está abonado al cordero y al buen vino». Y añadió que no hay registro alguno de dicho colectivo, lo que no significa que sea ilegal, pero sí que «se asemeja a aquellas sociedades masónicas que aparecen en las películas».
Mato consideró que se adulteraba la imparcialidad con este tipo de «actitudes rancias que huelen a oveja muerta», y le preocupaba que el máximo responsable de la seguridad vial de la provincia se jactase de que el proceso judicial quedaría en papel mojado. Según dijo, el capitán Argüello se dedicaba a decir en todos los entornos donde aparecía que todo quedaría archivado y que había llegado el momento de que quienes le denunciaron se enterasen de quién era él.