A finales de los años 50 y principios de los 60, las películas se clasificaban por edades con una letra y/o un número. De este trabajo se encargaba una Junta de Clasificación en la que mandaban los sacerdotes católicos: “A” significaba, autorizada para todos los públicos, el “2” primero fue para indicar que la película era para mayores de 16 años y luego se rebajó a los 14 años. Con el número 3 se clasicaban las películas para mayores de 18 años, 3-R para mayores de 18 años con reparos y, por último el temible “4” que indicaba que era gravemente peligrosa.