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SITIO DE CARTAGENA (MURCIA) POR LAS TROPAS DEL GENERAL MARTINEZ CAMPOS
Autor: Desconocido (Publicación española)
Año de publicación: Siglo XIX
Técnica: Xilografía
Dimensiones de la hoja: 26.7 x 19.0 cm
El Sitio de Cartagena hace referencia a las operaciones militares que tuvieron lugar en esta ciudad entre las fuerzas cantonalistas y las tropas gubernamentales, durante el trasfondo de la rebelión cantonal.
Cartagena, importante fortaleza militar y una de las bases de la Armada Española, se convirtió en el principal epicentro del movimiento cantonal. Debido a la fortaleza de sus defensas, su resistencia se alargó durante varios meses y por ello se convirtió en el centro cantonal que más tiempo duró la rebelión; concretamente hasta el 12 de enero de 1874, cuando se produjo la rendición de las tropas que la defendían y la huida por mar de numerosos cantonalistas. Su caída significó el punto final de este acontecimiento que agitó tan profundamente a la Primera República Española durante su corta existencia.
La insurrección cantonal tuvo lugar durante la Primera República entre julio de 1873 y enero de 1874, y fue protagonizada por los republicanos federales «intransigentes» que querían instaurar inmediatamente la república federal desde abajo hacia arriba sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal, tal y como defendía el presidente del Poder Ejecutivo de la República, el también republicano federal Francisco Pi y Margall, apoyado por los sectores «centrista» y «moderado» del Partido Republicano Democrático Federal que tenían la mayoría en la cámara.
El 1 de julio de 1873 los diputados federales «intransigentes» se retiraron de las Cortes y constituyeron en Madrid un Comité de Salud Pública que llamó a la insurrección. Esta se inició el 12 de julio de 1873 en Cartagena –aunque tres días antes había estallado la Revolución del Petróleo de Alcoy por iniciativa de la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)– extendiéndose en los días siguientes por las regiones de Andalucía, Murcia y Valencia. En estas zonas se formaron cantones, lo que da el nombre a la rebelión, cuya federación desde abajo hacia arriba constituiría la Federación Española –en cuyo nombre se produjo la rebelión, por lo que la acusación de que fue una revuelta separatista no tiene ningún fundamento–. La teoría política en que se basó el movimiento cantonal fue el federalismo pactista de Francisco Pi y Margall contra cuyo gobierno se alzaron, paradójicamente, los republicanos federales «intransigentes». Al fracasar la política de Pi y Margall de combinar la persuasión con la represión para poner fin a la insurrección, el gobierno que le sustituyó presidido por el «moderado» Nicolás Salmerón no dudó en emplear al ejército dirigido por los generales Arsenio Martínez Campos y Manuel Pavía para aplastar la rebelión, política que acentuó el siguiente gobierno del también «moderado» Emilio Castelar, que, tras suspender las sesiones de las Cortes, prosiguió el asedio del Cantón de Cartagena, el último reducto de la rebelión.
La victoria del ejército de Martínez Campos en la batalla de Chinchilla le dejó el paso libre para ocupar la ciudad de Murcia. Así el día 11 de agosto era disuelta su Junta Revolucionaria –unos 1000 cantonalistas lograron huir a Cartagena–, por lo que solo quedó «Cartagena como símbolo de la lucha por la autonomía federativa, pero no, subrayémoslo, del separatismo que les atribuían los enemigos de los republicanos en un afán de restarles adeptos». Cuatro días después Martínez Campos comenzaba el cerco por tierra de Cartagena que iría estrechando poco a poco y enseguida enviaba un informe al ministro de la Guerra en el que le manifestaba lo difícil que sería rendir la plaza dadas las magníficas defensas naturales y militares que poseía por lo que solicitaba un incremento considerable de sus fuerzas, junto con el bloqueo completo por mar, y aun así el asedio duraría varios meses, tiempo suficiente para que «las Cortes voten la Constitución federal o cantonal que les dé el triunfo sin haber ellos arriado la bandera», advierte en un tono pesimista Martínez Campos. Además en el informe defiende la mano dura para los jefes y oficiales que hayan participado en la rebelión por su carácter «antisocial, antipatriótico y tan contraria al Ejército». Ciertamente, la ciudad entera está amurallada y hay baterías de defensa en las colinas circundantes. Los bombardeos son habituales, y se llega a cortar el suministro de agua y alimentos.
El día 18 de septiembre el periódico El Cantón Murciano de Cartagena publicaba la alocución que «Antonete» Gálvez había dirigido a las tropas cantonalistas al ser nombrado comandante general de la fuerza ciudadana, que acababa así: «al que os diga que esta plaza se entregará, prendedle en el acto, que ese es un traidor. Esta plaza no se entregará nunca».3 La moral de los 75 000 habitantes de Cartagena en aquellos momentos aún se mantenía alta, como lo muestra esta copla que se cantaba por la ciudad:
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